Pilu, un gran profesional y una gran persona

 AEMC

 Madrid,  13 de diciembre de 2022

Nos ha dejado José Rodríguez Canal, al que no muchas personas reconocerán por su verdadero nombre. Él era Pilu, el Pilu, una fuerza vital y autentica de la Asturias de finales de los años 50 y la década de los felices 60. Fue alumno del Colegio del Corazón de María de Gijón, donde ya gozaba de popularidad, no solo por su rubia cabellera y sus intensos ojos azules, sino por su sana inquietud, por su incontenible vitalidad y por su nobleza. Fue uno de los puntales del equipo de balonmano cuando este deporte comenzaba a fraguarse en aquella etapa sombría de la posguerra. El Pilu vistiendo la camiseta del colegio, se lanzaba una y otra vez en el área marcando unos goles que hacían vibrar a los alumnos que vivían con emoción aquellos encuentros. En sus años mozos, el Pilu se prodigaba allí donde había alegría, sidra y ganas de vivir. Formaba parte de una gran pandilla de inseparables amigos y amigas: José Carlos, Cati, Losada, Armando, Ansuriza, Dioni Viña, F. Falagan, tantos otros y otras que es imposible incluir en este espacio. Ellos y ellas estaban omnipresentes en la playa de San Lorenzo, en la calle Corrida, en el Muro, en la Plaza del Parchís, en la Plazuela de San Miguel, en el Kierche, en la playa de la Ñora y en cualquier fiesta de prau. Pilu jamás se perdía las fiestas de la Pola de Siero: el Carmín de la Pola y los Huevos Pintos. Y, año tras año, en el mes agosto, no podía faltar al descenso del rio Sella. La fiesta de las piraguas empezaba ya por la mañana, viajando uno de aquellos autocares, que tan pronto arrancaban, rebosaban de sano bullicio y divertido jolgorio hasta llegar Arriondas. Las calles y plazas de Arriondas, desbordaban de alegre bullicio, corría la sidra, los cánticos, y el ir y venir de gente adornadas con collares de flores y simpáticos atuendos. Tras la emoción de miles de gargantas cantando el ¡Asturias Patria Querida¡- canto universal que reconforta, une y no desmerece sea cual fuere el estado de ánimo y la entonación de quien la canta -. Luego, en las praderas de Llovio, entre maizales y las frondosas orillas del rio Sella, después de ver pasar a algunas piraguas, con la pradera como mantel y las bromas y las risas como plato principal, ellos y ellas, daban cuenta de empanadas, tortillas, chorizos a la sidra, casadielles, y todo bien regado con la sidra asturiana. Las siestas reconfortantes también formaban parte de la receta de la fiesta del Sella. Y luego, la fiesta seguía.

En el Gijón entrañable -siempre lo fue- de aquellos años jóvenes, Pilu era muy conocido. Era conocido en Cimadevilla, era su pequeño feudo de las horas felices. En la Cabaña, rodeado de amigos y amigas, saciaba su sed con “leche de pantera”.

Pronto decidió Pilu orientar sus estudios hacia los mares inmensos, y como en el Gijón de aquellos años no existía ni Escuela de Náutica ni nada que se le pareciese, se matriculó en la academia Junior, que era la antesala de las Escuelas de Náutica de aquella época. La de Coruña era más elegida por futuros marinos asturianos; le seguía en cuanto a preferencias la de Bilbao. En la de la Coruña, como no podría ser de otro modo, Pilu, siguió siendo el Pilu de siempre, conocido y querido. Allí coincidió con personas que sería sus amigos para siempre, como Nacho Padilla, Julio Nieda, Chano, Arboleya, Cueto Serrano, Ricardo Carús, Calucho, Carlinos, Leandro y tantos otros que deberían ser incluidos en esta lista, pero que por razones de espacio y de nuestra volátil memoria, no es posible.

Finalizados exitosamente sus estudios, Pilu hizo sus prácticas en distintos barcos asturianos, alguno de ellos era de vapor, barcos típicos de la flota carbonera asturiana.

Alcanzado el rango de Oficial de Máquinas y poco después el de Jefe de Máquinas, navegó en el famoso "Liana", de Vapores Costeros, de Santander.  El "Liana" fue referente de una etapa gloriosa de la ría de Avilés. Como profesional el Pilu fue un referente, un trabajador infatigable, un jefe humano, próximo y comprometido con sus responsabilidades. Demostró su gran capacidad intelectual y su amor por las cosas bien hechas. Un buen compañero y gran colaborador. En aquel tiempo conoció a su novia, Tinina, con la que se casaría años más tarde. Tinina sería la playa en la que aquella fuerza del Cantábrico, sin perder su brío y su esencia, se relajaría hasta fundirse con la arena. Tinina sería el mejor práctico de su vida. Supo marcar su rumbo y llevarle siempre al mejor puerto. De la época del Liana, son muchos los marinos civiles que convivieron tiempos inolvidables con Pilu. Fueron sus amigos y compañeros, Arrutia, Elosegui, Martino, René, Conejo, Carreño, J.A. Madiedo y otros muchos.

Pasado un tiempo, la naviera Marcosa, que estaba en plena expansión en los años 70, lo incorporó a sus filas y lo envió a Sevilla, a la construcción de barcos como el Trasona, Llaranes, Marco Verde, etc. que marcaban ya un cambio de paradigma en la Marina Mercante Española del último cuarto del siglo veinte. En Marcosa Pilu volvió a dejar un sello de garantía profesional.

Agotado su largo periplo marítimo, una vez en tierra sería socio fundador de TAEMAR, una empresa dedicada a la reparación de buques, ubicada en Gijón, promovida por José Antonio Madiedo y por otros empresarios gijoneses, entre los que se encontraba Loureiro. Pasado un tiempo parte de los socios fundadores de aquella empresa abandonarían el proyecto inicial, pero Pilu continuaría al frente de TEAMAR, que llegaría a tener un peso importante en el puerto de Gijón y en otros puertos españoles. En TAEMAR Pilu dejó constancia de su gran capacidad profesional y de su calidad humana.

También destacó en el campo de la Enseñanza de Maquinas en la Escuela Náutico Pesquera de Gijón, en donde contribuyó a la formación de futuros profesionales de la Marina Civil.

En los últimos años de su vida, su salud se quebró limitando su movilidad, pero encontró en su esposa y en su ejemplar familia el apoyo y el cariño necesarios para seguir recreando su mirada en la playa de Gijón y en el horizonte azul que le llenaba de gratos recuerdos; recuerdos de otros momentos y, sobre todo, de haber sentido el cariño y el respeto de cuantos le conocimos.

Sirvan estas pobres palabras de gratitud y de solidaridad con los suyos.

Pilu fue un gran personaje en todos los sentidos.

Hasta pronto, amigo.