Cómo vivió Paul Ruzycki, capitán del Arctic Sunrise de Greenpeace, sus dos meses en una prisión rusa

 

 

 

Cómo vivió Paul Ruzycki, capitán del Arctic Sunrise de Greenpeace, sus dos meses en una prisión rusa

 

El capitán Paul en la proa del barco Crédito: Greenpeace

Víctor Pombinho Soares SEGUIR

    227 de enero de 2018  • 12:04

Océano Antártico, a bordo del Arctic Sunrise - El capitán del Arctic Sunrise, el canadiense Paul Ruzycki, tiene todo el aspecto de un viejo lobo de mar: ojos celeste acero, barba rubia, pelo largo desprolijo atado con una coleta, rostro curtido por el sol y el mar, camisa leñadora, chaleco inflable y gorro azul de marinero. Su voz cavernosa completa el perfil. Sólo falta la pipa, pero prefiere fumar cigarrillos mientras contempla con mirada perdida los icebergs antárticos. Si uno se lo cruzara en Florida y Lavalle, podría adivinar su profesión. Tal vez no su pasión ecologista, que lo convirtió en militante de Greenpeace.

Tipo rudo, estuvo dos meses preso en Rusia por una protesta ecologista. LA NACIONhabló con él en su camarote, mientras el barco queda al comando de la tercera oficial a bordo, la holandesa Sinja Scholz.

-¿Qué significa para usted ser el capitán del Arctic Sunrise en esta travesía por la Antártida?

-Bueno, te puedo contar un poco mi historia, si te parece. Empecé en Greenpeace como voluntario en 1986. Yo venía de trabajar como marinero en barcos de carga en Canadá y estaba enfermo de la contaminación que veía en los Grandes Lagos y en la Costa Este de Estados Unidos y empecé a escribir cartas a Greenpeace y eventualmente ellos me pidieron que me sumara como voluntario y así lo hice. Pasé grandes momentos con gente increíble. Les escribí otra carta que decía que si necesitaban más ayuda, me lo hicieran saber y entonces volví al año siguiente y empecé a trabajar para ellos y en mi tiempo libre estudiaba para ser un oficial. Fui jefe de oficiales durante 17 años y me di cuenta de que tenía que dar el siguiente paso y entonces obtuve mi licencia y Greenpeace me dio el comando de los barcos. Es una responsabilidad interesante, muy diferente a la de estar en un barco de carga, yendo de un punto A a un punto B solo tratando de obtener un beneficio económico. Lo que hacemos es tratar de generar conciencia y contarle al mundo lo que los gobiernos, las multinacionales, las corporaciones y, en algunos casos, los militares, no quieren que la gente vea. No tenemos nada para ganar mintiendo, entonces solo tratamos de exponer la verdad. Y como capitán del barco, mi prioridad por supuesto es la seguridad del buque y de la tripulación, no voy a hacer nada que ponga en peligro la seguridad.

-¿Cómo es ser capitán de una tripulación con gente de tan diversa, de tantos países?

-Pienso que ese es uno de los beneficios que tenemos en Greenpeace. Nuestra filosofía inicial era que un día la Tierra iba a estar enferma, muriendo, y que entonces las personas de todos los países se iban a levantar como un arcoíris. Nos llamábamos los "guerreros del arco iris" y por eso le pusimos Rainbow Warrior a nuestro barco. Juntar a la gente de todo el mundo para proteger a la Madre Tierra, nuestro planeta.

-¿Cómo ve la situación actual de la Antártida? ¿Está pura, está contaminada?

- Este es mi tercer viaje a la Antártida, hice 16 viajes al Ártico, pero la Antártida es diferente porque no hay gente nativa del lugar. Es sólo la vida salvaje que necesita una Antártida prístina para sobrevivir. Vos ves dónde estamos. No hay otro lugar así en el planeta. Intacto.

- ¿Aquí donde estamos está intacto?

- Yo lo veo así. Lo único que se ve son cruceros. Pero tomamos muestras de agua, buscando microplásticos, y no vimos resultados negativos.

- Eso es reconfortante.

- Sí. Es increíble que no esté contaminado. Necesitamos que toda la Antártida y el Océano Antártico sean un santuario. No tengo nada contra la investigación científica.

- Tiene mucha experiencia en el Ártico. ¿Cómo está ahora?

- Por lo que vi, estando allí en los últimos veinte años con Greenpeace, el Ártico está más cálido que nunca. Este año no se va a congelar completamente como solía hacerlo. Y muchas compañías están aprovechando eso para hacer viajes desde Europa hacia Asia ahorrando tiempo y combustible.

- ¿Perdón, ellos dan la vuelta por el Ártico?

- Sí, por el norte de Rusia y Canadá, en vez de usar el Canal de Suéz o el de Panamá. Ahorran tiempo y dinero.

- O sea que para ellos está bien...

- Las compañías pesqueras sólo quieren ahorrar dinero fácilmente. Los capitanes de esos barcos están apurados, muchas veces no están calificados para navegar en hielo. Tenés que tener un gran respeto por el hielo. Sumado al mal tiempo y la poca visibilidad puede ser un desastre. Pienso que es solo cuestión de tiempo para que se produzca un derrame de combustible.

- ¿Y la vida salvaje?

- Por lo que entiendo, los osos polares necesitan plataformas de hielo para cazar y alimentar a sus crías. Y menos hielo significa menos área para que los osos polares puedan cazar y comer. Por lo que escuché, la cantidad de osos polares está bajando.

- ¿Ha estado en una situación riesgosa alguna vez?

- Sí, he sido arrestado nueve veces en siete países con Greenpeace. Formé parte del "grupo de los 30" que fue arrestado en Rusia en 2013, donde pasamos dos meses en prisión en el Ártico, en Murmansk, y en San Petersburgo. Y después estuvimos un mes esperando el permiso para abandonar el país.

- ¿Y cómo es estar en una prisión rusa?

- Bueno, nosotros estábamos ahí para alertar sobre las perforaciones petroleras rusas en el Ártico. Estar en una prisión rusa no fue placentero. La parte más dura fue no saber nada, no tener información sobre nuestra situación legal.

 

 

Paul Ruzycki en prisión en Rusia Crédito: Igor Podgorny / Greenpeace

- ¿Y las condiciones?

- Nunca había estado en prisión tanto tiempo. Uno se empieza a preocupar. La comida era muy pobre. Después de un mes me dieron una llamada telefónica y pude hablar con mi familia, que me dijo que había mucha gente que presionaba por nuestra liberación. Eso fue un alivio, saber que no estábamos solos. Yo tengo cinco hermanos y hermanas y ellos me apoyaron. Ellos saben lo que hago y los riesgos que tomo.

- ¿Su vida está aquí o tiene un hogar en algún lado?

- Tengo un pequeño hogar en Canadá, cerca de las Cataratas del Niágara, en Ontario.

- ¿Qué piensa de la naturaleza humana? ¿Podremos salvar la Antártida o vamos a depredar toda la Tierra?

- Creo que ahora tenemos una oportunidad. Los medios que traemos pueden mostrar al mundo la belleza intacta, prístina, de la Antártida. Eso puede tocar los corazones de la gente, para que le demanden a sus gobiernos que dejen a la Antártida tranquila. Debemos prohibir la pesca comercial. Toda la vida marina depende aquí del krill. Pienso que debemos mostrarle a la gente lo que tenemos en la Antártida y que no lo tenemos que perder debido a la ambición de las grandes multinacionales.

- ¿Qué es para usted lo más bello de la Antártida?

- Para mí, los paisajes, las montañas, los glaciares, pero también, las bandadas de pingüinos, nunca había visto tantos. Es increíble. Y la cantidad de ballenas que vimos. Tuve que parar de contar. Usualmente cuento las ballenas, pero ahora no sé cuántas vi. Y las vimos comiendo en las aguas heladas del Antártico, donde ellas viven. Nosotros las estamos visitando, sin molestarlas, y ellas vienen al lado del barco, tan cómodas y silenciosas, que pienso que saben que estamos aquí para ayudarlas. Puede parecer un poco cósmico o hippie, pero es lo que me gusta pensar.