Consulado de Bilbao.Capitanes intrépidos y sagaces mercaderes.
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- Category: Historia de la Marina Civil
- Published on Friday, 24 February 2023 18:07
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María Jesús Cava Mesa
Bilbao eus.
Ostentar el título de Cónsul en Bilbao es un distintivo honorífico de enorme interés.
No me refiero a la representación consular ordinaria, parte del habitual sistema de representación diplomática, sino al organismo que desde el siglo XVI dio la pauta del carácter mercantil de esta Villa. Y por lo mismo, cuya enjundia histórica va vinculada estrechamente a la de Bilbao. Pueden preciarse de ello quienes perpetúan hoy las fkuras de sus cargos rectores. Los porqués son evidentes, pero conviene precisarlos concretando los orígenes del Consulado de Bilbao, un emblema de la larga tradición económica bilbaína. Efectivamente, los organismos rectores del comercio marítimo desde 1283 fueron los Consulados del mar. El primero, creado por Pedro III, fue el de Valencia, rigiéndose según las costumbres vigentes. Le seguirían el mallorquín y el barcelonés. Tuvieron la doble finalidad de agrupar a gentes de la mar, es decir, a navegantes (“mareantes”) y a mercaderes, para defender sus intereses; y actuaron asimismo como tribunal específico de los asuntos relativos al comercio marítimo. Tras el floreciente periodo mercantil de Levante, el descubrimiento de América redoblaría la atención e interés que el comercio atlántico había ido despertando desde antes incluso del siglo XIV. Se crearían otros Consulados, por tanto, como el de Burgos, el de Bilbao, Santander, San Sebastián y La Coruña, que fueron cor- >oraciones habituadas a la defensa de sus derechos y prerrogativas, en franca competencia, ero empecemos remitiéndonos casi al final de esta historia. Disuelto el Consulado de Bilbao como organismo jurisdiccional al entrar en vigor en 1829, el Código de Comercio para toda España, sus funciones se encauzaron hacia la Junta de Comercio y Real Tribunal creados para tal fin. Otras funciones habían sido transferidas ya a la Marina (1800). Posteriormente, la Junta se transformó en Cámara de Comercio, Industria y Navegación, y las funciones de administración portuaria se atribuyeron en 1876 a la Junta de Obras del Puerto, coincidiendo con el término de la última carlistada. Los continuadores de los “maestres de naos” del siglo XVI quedaron en parte algo desprovistos de un organismo que los defendiera, alejándoles de la organización rectora del comercio marítimo, precisamente en los años en que quizás el despegue de la modernización económica existía con mayor ahínco la disponibi4ft
Grabado de la Casa de Contratación en Brujas
‘Galeones Junto a San Antón*’ (Losada) •
En 1593, tras padecer Bilbao una inundación, se reedificó la Casa del Consulado, sobre el solar cabecero de la iglesia de San Antón. #
En 1621 Bilbao padeció otro diluvio y la Casa sufrió grandes daños, de nuevo, por lo que se acordó elevar el nuevo edificio sobre arcos en dos pisos lidad de tal defensa.
El Consulado había surcado, antes de que desapareciera, una larga singladura, de relevancia incuestionable para la consolidación económica de este enclave urbano en el valle del bajo Nervión. La Villa tuvo, por tanto, un Consulado Casa de Contratación y Juzgado de los hombres de negocio de mar y tierra y Universidad de Bilbao, desde el 22 de junio de 1511. Fecha que data la Carta Real obtenida de Doña Juana (“la loca”) en Sevilla, con la que se decidía su creación. Medida que hacía caso omiso a la reclamación de Bermeo, primer puerto entonces del territorio vizcaíno. Fórmula por la cual quedaban resaltados los objetivos fundatar el mismo Don Diego López de Haro V, y Doña María, respecto de la adecuación de aquel puerto interior y eje de comunicaciones terrestres que era Bilbao. Los mercaderes bilbaínos, que ya disponían de privilegios concedidos en Brujas desde 1439, con la cesión de una Casa (la de Vizcaya), reclamaban nuevas respuestas, ante la evidente importancia que estaban adquiriendo en numerosos puertos noreuropeos. El Consulado de Burgos, creado en 1494 por una pragmática de los Reyes Católicos había consolidado, no obstante, la posición indiscutible de la provincia castellana más norteña, como centro de operaciones redistribuidora de mercancías. Pero lo que es más importante, como centro de exportación de lana a toda Europa. La creación de un Consulado independiente del de Burgos, en Bilbao, satisfacía la demanda de los hombres de negocio y transportistas locales, deseosos de agigantar el volumen de actividad y para no mermar su labor como intermediarios.
Aclaremos, pues, cuáles eran las competencias de este Consulado. En primer lugar, se encargaba de fletar naves y regular el comercio marítimo que le correspondiera. Era libre de elegir a sus cargos (Prior, Cónsules, Fiel, Diputados y otros cargos menores). Encargado y responsable de las obras y caminos de la Ría y puerto. Capacitado para la hablitación de Capitanes y pilotos. Y para aplicar la jurisdicción especial en materia de comercio, con competencia fiscal conformada a la exención del Señorio, ya que éste gozaría de las ventajas derivadas del reconocimiento de la hidalgía universal, y por ende, de privilegios fiscales muy importantes. Su trascendencia es clara a lo largo de la historia de Bilbao y de Vizcaya desde el siglo XVI hasta el siglo XIX. Pero esta crucial intervención no fue lineal, y menos aún fácil. Los inevitables intereses enfrentados entre la tierra llana del Señorío de Vizcaya (anteiglesias) y la Villa; su disputa con otros puertos vecinos (Bermeo, Santander, San Sebastián); con Burgos; con ingleses y holandeses guerras a finales del siglo XVIII); con la recurrente piratería; contra sus mismas estructuras, como expresó Rafael González Echegaray, etc, le colocaron en un constante punto de mira. El Consulado de Bilbao, cuya sala capitular, con los útiles y objetos representativos de la institución pueden conocerse visitando el Museo Vasco del Casco Viejo bilbaíno, superó todos los embates. Se calcula que su flota logró en el siglo XVI un promedio de más de 500 naos. Cifra -lamentablemente- que mermó tras producirse el descalabro de la Armada Invencible, aquella que Felipe II no mandó a luchar contra los elementos. En el XVIII, y al hilo de los datos que Guiard facilitara, debió tener 150 embarcaciones; y, en e! siglo XIX, 60 buques. Había armado para su defensa en 1891 a dos fragatas propias, “con fuero de guerra”. Sus puertos de destino fueron los principales del Norte de Europa (de Brujas a Bremen) y Terranova, donde la ballena y el bacalao fueron dos productos esenciales. La relación americana, vía Sevilla y su Casa de Contratación, tampoco estuvo ausente de sus negocios. Por último, se destacó en relación a la construcción naval, no teniendo rival en el Cantábrico. Sus Ordenanzas, conocidas como Ordenanzas de Bilbao establecen una figura específica de notable interés; leyes propias que afinaban la jurisdicción de estas materias con acierto reconocido. Un Código cuya relevancia no hace mucho tiempo fue cantada por los expertos en Derecho marítimo de nuestro tiempo. El Señor Santiago fue su Patrono, siguiendo la tradición de la cofradía que le había precedido en esta Villa. Dispuso además, según la religiosidad imperante en aquellos siglos, de oratorio en San Antonio Abad y la prebenda de tribuna especial en la misma iglesia de Santiago. Reconocimientos que sólo un organismo de relevancia especial como éste podía disfrutar. Él Consulado de Bilbao fue en sí mismo un piloto mayor que providenció información estratégica para la sagacidad mercantil de los asentados en esta plaza. Así se demostró incluso durante uno de los momentos más delicados de su existencia, durante la disputa soterrada que saltó con la revuelta de la Zamacolada, de la que ya hemos escrito en las páginas de este periódico hace tiempo. A él, a Consulado, se debe, como decíamos de inicio, uno de los elementos de la historia moderna más espectaculares y de mayor valor simbólico para Bilbao