"La juventud de Bermeo ha quedado sepultada en el mar"

 

  • Así contó      EL PUEBLO VASCO la tragedia de la galerna de 1912, en la que encontraron      la muerte 146 marineros vizcaínos

@jbarbo

10 agosto 201400:58

Todo el mundo andaba esos días pendiente de la llegada del Nuncio a Bilbao. El 12 de agosto de 1912 despertó espléndido y el gentío se acumulaba alrededor de la Estación del Norte para recibir al representante diplomático de la Santa Sede, que llegaba a una villa sin txosnas ni olor a katxi orinado como una suerte de cabeza de cartel de los festejos del botxo. Definitivamente, eran otros tiempos. Pero al día siguiente, la algarabía tornó en tristeza al abrir el periódico. "En la madrugada de ayer, se recibieron en la Comandancia de Marina, Diputación y Gobierno Civil, telegramas de las autoridades de Bermeo y Ondarroa, dando cuenta de haberse desencadenado un violento temporal en el litoral cantábrico, sorprendiendeon en alta mar a casi todas las embarcaciones de pesca en Lequeitio, Ondarroa y Bermeo". Así comenzaba la crónica de EL PUEBLO VASCO con la que se desayunaron los vizcaínos el 14 de agosto.

"Otra catástrofe en la costa vizcaína". Era el título de una información que llegó demasiado pronto para sumergirse en la verdadera magnitud de la tragedia. "Aunque oficialmente no se tiene noticia que haya ucurrido ninguna desgracia (...), se dice que a 30 millas del cabo Machichaco el patrón de una embarcación ha divisado la lancha bonitera 'Nuestra Señora de Lourdes' con la quilla al sol y (es probable que los) pescadores que la tripulaban hayan perecido ahogados". "¿Ocho muertos", se preguntaba el cronista. Ójala. El recuento de víctimas fue mucho, muchísimo, más terrible. Un día después, la enorme primera del diario llevaba un titular que dejó helado al lector de la época. "Ciento quince pescadores bermeanos desaparecidos", titulaba a seis columnas el rotativo.

En una extensa información, ilustrada con las fotografías del desaparecido Hipólito Gabancho y los supervivientes Julian Tellechea y Anacleto Allico, la desgracia se escondía entre unas líneas de tipografía imperfecta. "Los niños, llorando amargamente, gritaban: '¡Padre, padre! ¡Yo quiero que venga!", relataba el cronista. Una despesperación que también se coló en el despacho del regidor de Bermeo de la época, Atanasio Urquizu. "Hay 126 hombres que no se sabe si están vivos o han muerto. Jóvenes y robustos y valientes. ¡Oh!, es desgracia", lamentaba el alcalde "con lágrimas en los ojos". Las declaraciones de aquel hombre, que había perdido buenos amigos, se intercalaban con cifras provisionales, partes oficiales y la reproducción literal de extensas conversaciones, que provocarían hoy el colapso de cualquier editor.

 

Portada de 'EL PUEBLO VASCO' del 15 de agosto de 1912. / EC

Para el viernes, 16 de agosto, ya se conocía la cifra oficial de muertos de lo que EL PUEBLO VASCO llamó "la terrible tragedia". 146 arrantzales habían encontrado la muerte frente a la costa vizcaína. En el reportaje del enviado especial del diario a Bermeo, el redactor señor Más, se respira el dolor de los bermeotarras que ya no iban a contemplar nunca más a sus mozos "fuertes, viriles, majestuosos, asidos al timón de sus lanchas cargadas de pescado que arrancaban al mar, para sostener su vejez cansada de vivir, de luchar, de vencer al gigante", describía el autor. "Las viudas lloran amargamente, cubriendo a sus hijitos huérfanos con las lágrimas de su dolor infinito". "Una mujer grita en el puerto: '¡Pobre esposo mío, pobre hijo de mis entrañas'". "'¡Mi esposo ha quedado en el mar! ¡Yo quiero verle! ¡Quiero abrazar su cadáver! ¡Qué vuelva!, ¡Qué vuelva!', llora una mujer en una escena emocionante sobremanera". Son algunos trazos con los que el redactor intentó pintar un panorama desolador, un dolor que como el propio autor reconocía "es imposible transmitir".

"Lo mejor de la juventud de Bermeo ha quedado sepultado en el mar", concluía un antiguo marinero, que había conseguido salvarse de la tragedia después de que una ola le echara encima el cadáver de un compañero. Y es que aquella galerna maldita sesgó las vidas de hombres con mil proyectos, con mil sueños. "Dentro de breves días, debían celebrarse en Bermeo 30 bodas. En la catástrofe han perecido 16 marineros de los que iban a casarse, quedando por tanto otras tantas bodas deshechas", contaba la crónica sobre una de esas noticias curiosas, eso que en las redacciones se llama 'de interés humano', que dejan las catástrofes. También entonces se habló de la reconstrucción y de indemnizaciones, pero, claro, siempre en tono de caridad. El Rey Alfonso XIII a través del conde de Aybar donó 4.000 pesetas (24 €) para socorrer a las víctimas y el señor Gandarias, diputado a Cortes, prometió 15.000 pesetas para socorrer a las familias. Pero la tragedia, la mayor que ha sacudido las aguas vizcaínas, no tenía ni tiene precio.